Corría el año de 1801 y una fuerte tormenta había desviado el barco que partiendo desde Cuba tuvo que hacer puerto en Cartagena de Indias.
Una vez allí el científico decidió emprender su segunda expedición que le llevaría a Bogotá y posteriormente a Quito en los territorios del Nuevo Reino de Granada, actual Ecuador.
La tormenta había tumbado varios árboles de palma de los que vistosas ardillas sigilosamente corrían a recoger sus frutos; este hecho habría pasado inadvertido de no ser por el compañero del científico, Don Carlos Montufar y Larrea, quien al ver la llamativa cola roja de la ardilla, habría comentado que “al igual que las damas en París, las ardillas en el nuevo mundo también se adornan con vistosos colores”.
Este pequeño mamífero que habita desde Costa Rica hasta Ecuador fue frecuentemente avistado por el científico, geógrafo, naturalista y humanista Alexander von Humboldt en su viaje por América del Sur.
En 1811 al llegar a Europa de vuelta de su investigación, catalogó a esta ardilla con el nombre de Notosciurus granatensis, así lo registro en su libro: “Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente”.
El nombre Notosciurus deriva del latín notus, conocido y sciurus, de skiouros, ardilla; a su vez esta palabra viene de Skia, del griego sombra, cola, espectro; en referencia a su cola esponjosa; y granatensis por el lugar de su hallazgo en la Nueva Granada.
En resumen, para Humboldt y sus latinismos “Familia de la ardilla conocida en el Nuevo Reino de Granada”.
Para quienes habitamos la región del Chocó Andino esta es simplemente la “ardilla de cola roja”, y en vista de sus hábitos diurnos es frecuente encontrarla dando alegres saltos en los jardines, potreros y plantaciones; siempre en busca de frutos y semillas que constituyen su alimento.
Esta ardilla, es arborícola, solitaria y tiene la costumbre de almacenar semillas, su mayor actividad la realiza durante las primeras horas del día.
Se refugia en las cavidades de los árboles donde construye sus nidos con hojas para albergar a sus crías.
Es una especie común de amplia distribución que se adapta bien a los cambios en la vegetación por lo que su estado de conservación es de preocupación menor.
Por la defensa de los valores culturales y ambientales del Chocó Andino.
Texto: Dr. Marcelo Villacis Molina
31/05/2020
marcevillacismo@gmail.com
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